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Foto del escritorXiomara Iglesias

Queremos que todo tenga nuestra talla


Sentada cerca del ventanal, miro atentamente el suave baile de las plateadas hojas de los árboles, mi mente empieza a deslizarse suavemente, como un riachuelo cristalino, burbujeante de ideas y sensaciones, las preguntas se agitan dentro de mi, como hojas movidas por el viento del cambio.



Por qué cuando empezamos a conocer a alguien que creemos que es potencialmente un candidato a pareja, a corto o mediano plazo empezamos a tomar nota mental de las actitudes, hábitos, costumbres y gustos de esta persona que nos gustaría que cambiase, para que se transforme en el ideal que tenemos de nuestra pareja. También cuando empezamos en un nuevo empleo al cabo de cierto tiempo empezamos a quejarnos de los compañeros o de uno en particular, del horario, de las tareas, etc, deseando que todo fuese diferente; si nos mudamos a otro lugar también le encontramos defectos y enseguida empezamos a hacer comparaciones donde obviamente el nuevo lugar no ofrece las bondades del anterior. En general no disfrutamos mucho de los cambios, y aunque no lo llevemos a un nivel consciente, nos perturban bastante, también nos incomoda reconocerlo en público,casi la totalidad de la población experimenta lo mismo.


Cuando nos enfrentamos a situaciones nuevas o diferentes, nuestros miedos a lo desconocido activan nuestros mecanismos de defensa haciendo que nos bloqueemos y blindemos a modo de protección, por si acaso estos cambios entrañan algún peligro para nosotros, y así empieza una y otra vez el pesado ciclo de la lucha por mantener todo igual, mantener la cotidianidad y los actos repetitivos que nos proporcionan sensación de seguridad, una sensación de que "todo está bien", por consiguiente cualquier cosa que pueda poner en peligro nuestra estabilidad debe ser evitada o en su defecto cambiada hasta parecerse o igualarse a lo que ya conocemos y nos hace mantener la sensación de confort.


No nos preparan para el cambio y el cambio es inherente a la vida, decir vida es decir cambio, sin él no hay evolución, nos relacionamos con lo nuevo o desconocido desde el prejuicio, y la resistencia, siempre bajo la premisa de destruir ( de manera simbólica o no ) aquello que nos inquieta o nos disgusta y reconstruirlo adaptado a nuestro gusto, nos regimos por arcaicos conceptos aprendidos, que nos han enseñado que lo acertado y aceptado por el clan social, es confiar solo en lo conocido, que lo desconocido no es tan bueno, y puede ser hasta peligroso, y así aferrados a una ilusoria concepción de que si mantenemos estos códigos nos mantendremos seguros y aceptados por la manada, no queremos aceptar que la seguridad absoluta no existe y que los que corren riesgos son los pioneros, y serán ellos los que marquen el camino hacia el progreso y la renovación de los que vengan detrás.


Queremos que todo tenga nuestra talla, y nuestras medidas preconcebidas y mantenidas en el tiempo, y tal vez nuestra talla le queda pequeña a la grandeza que conlleva la evolución. Vivir bajo los viejos canones sociales y culturales es como vivir con una venda traslucida que dificulta nuestra visión, es ir contra natura ya que el universo entero, y todas sus criaturas bailan la danza de la trasmutación, todo esta echo para cambiar y transformarse haciéndose más fuerte y capaz, el cambio es el umbral hacia una vida plena, seguir luchando por mantener obsoletos paradigmas o aceptarlos sin atrevernos a discutir su veracidad, ralentiza nuestro desarrollo y nos hace débiles y vulnerables.



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